Glosario
Psicología de la vida
cotidiana
¿A qué llamamos relaciones simbióticas?
(Parte IV)
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Imagen de ejausburg-Pixabay |
La simbiosis y su modelo prototípico como modo de relación.
Sin
duda alguna, si nos preguntamos cuál es el modelo prototípico como modo de
relación, se nos aparece de buenas a primeras el clásico clisé que tanto fruto ha dado al cine y la TV, de la relación entre “mejores amigas” que termina
derivando en la adquisición de la personalidad de otro por parte de una de las
partenaires o bien, la disolución de la personalidad de ambas en un conjunto en
el que se expresa todo lo idéntico y se purga todo aquello que podría actuar de
diferenciación.
Pero,
más allá de la presencia de la simbiosis en este tipo de vínculo –más o menos
estereotipado por la ficción– la simbiosis se presenta en un tipo de vínculo
mucho más primitivo y universal: la relación madre-hijo.
Es
lógico en cierto grado.
Biológicamente
el embarazo es una suerte de lazo simbiótico, en el cual, el feto cobra vida y
se desarrolla en virtud de cierto deterioro materno, compensado por el amor y
la expectativa materna de sentirse “completa”, “realizada”, etc.
Sin
embargo, tras el acontecimiento del parto, tan conmocionante para uno como para
otro partenaire de esta relación, esa circunstancia biológica termina por
traducirse más o menos duraderamente y con mayor o menor intensidad en un lazo
psicológico destinado a perpetuar la relación simbiótica.
También
es entendible en un primer momento: el recién nacido precisa de una
sobreatención –dada su inermidad- que la madre encarna en una suerte de
posición paranoide respecto del bebé considerado tal como si realmente fuera
“una parte de sí misma”. Así la madre dice que “siente” en su cuerpo aquello
que le sucede al bebé (de la misma manera en que sentía al feto en su
interior), y termina por hacer de toda manifestación del bebé, algo de su
estricto dominio.
Mas,
posteriormente, en el preciso instante en el que el bebé comienza literalmente
a dar “sus primeros pasos” y por tanto, a independizarse o precisar independizarse
de su propia madre-contexto-medio de subsistencia sobreviene a la madre un
trabajo extra, un segundo parto: el duelo por la simbiosis perdida.
El
bebé fue sentido como una “parte de sí misma” y en un sentido biológico, al
compartir simbióticamente su cuerpo, hasta podría decirse que lo fue. Para
cumplir su tarea de sobreatención compensatoria de la inermidad del bebé hubo
de adquirir una posición paranoide, extrañándose casi por completo de cualquier
otro interés para concentrar toda su atención (o gran parte de ella) en el
bebé.
Así
cuando el bebé deja de ser “una parte de mamá” para pasar a ser una “unidad en
sí mismo” sobreviene la necesidad del duelo materno; es decir, que la madre
realice un proceso de desligamiento no tanto de su bebé como del modo de
vínculo simbiótico y alienatorio para con el bebé, abandonando la idea de
considerar a la persona del bebé como una parte de sí, pero también, y sobre
todas las cosas abandonando la posición paranoide que la llevaba a una
sobreatención y a considerar cualquier manifestación del bebé como algo de su
exclusivo dominio.
Es decir, debe renunciar al todo-poder sobre el bebé y debe
renunciar a su “derecho a sentirse omnisciente y omnipresente” para el bebé.
Así
podríamos decir, una relación simbiótica pasa de ser coyuntural a estructural y
de una beneficiosa relación de fuerzas que implicaba la posibilidad de
desarrollo para uno compensado con el placer psicológico para el otro a un daño
potencial severo para ambos, en todo caso en el que la madre no admite este
nuevo duelo (que se suma al duelo de la pérdida eventual del atractivo sexual,
de la belleza, etc.) y por el contrario, se comporta como si el bebé continuara
en la situación de “inermidad primera” aún después de los primeros signos de
desarrollo en pos de una independencia.
La
conducta compulsiva de una madre para con su hijo/a a la que reconocemos según
la designación “madre sobreprotectora” es uno de los efectos de este duelo no
realizado o realizado en apariencia pero conservando un fuerte rechazo en el
fuero interno.
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