jueves, 7 de noviembre de 2019

Glosario: Simbiosis y modo de relación


Glosario
Psicología de la vida cotidiana

¿A qué llamamos relaciones simbióticas? 

(Parte IV)

Imagen de ejausburg-Pixabay




La simbiosis y su modelo prototípico como modo de relación.

Sin duda alguna, si nos preguntamos cuál es el modelo prototípico como modo de relación, se nos aparece de buenas a primeras el clásico clisé que tanto fruto ha dado al cine y la TV, de la relación entre “mejores amigas” que termina derivando en la adquisición de la personalidad de otro por parte de una de las partenaires o bien, la disolución de la personalidad de ambas en un conjunto en el que se expresa todo lo idéntico y se purga todo aquello que podría actuar de diferenciación.

Pero, más allá de la presencia de la simbiosis en este tipo de vínculo –más o menos estereotipado por la ficción– la simbiosis se presenta en un tipo de vínculo mucho más primitivo y universal: la relación madre-hijo.

Es lógico en cierto grado.

Biológicamente el embarazo es una suerte de lazo simbiótico, en el cual, el feto cobra vida y se desarrolla en virtud de cierto deterioro materno, compensado por el amor y la expectativa materna de sentirse “completa”, “realizada”, etc.

Sin embargo, tras el acontecimiento del parto, tan conmocionante para uno como para otro partenaire de esta relación, esa circunstancia biológica termina por traducirse más o menos duraderamente y con mayor o menor intensidad en un lazo psicológico destinado a perpetuar la relación simbiótica.

También es entendible en un primer momento: el recién nacido precisa de una sobreatención –dada su inermidad- que la madre encarna en una suerte de posición paranoide respecto del bebé considerado tal como si realmente fuera “una parte de sí misma”. Así la madre dice que “siente” en su cuerpo aquello que le sucede al bebé (de la misma manera en que sentía al feto en su interior), y termina por hacer de toda manifestación del bebé, algo de su estricto dominio.

Mas, posteriormente, en el preciso instante en el que el bebé comienza literalmente a dar “sus primeros pasos” y por tanto, a independizarse o precisar independizarse de su propia madre-contexto-medio de subsistencia sobreviene a la madre un trabajo extra, un segundo parto: el duelo por la simbiosis perdida.

El bebé fue sentido como una “parte de sí misma” y en un sentido biológico, al compartir simbióticamente su cuerpo, hasta podría decirse que lo fue. Para cumplir su tarea de sobreatención compensatoria de la inermidad del bebé hubo de adquirir una posición paranoide, extrañándose casi por completo de cualquier otro interés para concentrar toda su atención (o gran parte de ella) en el bebé.

Así cuando el bebé deja de ser “una parte de mamá” para pasar a ser una “unidad en sí mismo” sobreviene la necesidad del duelo materno; es decir, que la madre realice un proceso de desligamiento no tanto de su bebé como del modo de vínculo simbiótico y alienatorio para con el bebé, abandonando la idea de considerar a la persona del bebé como una parte de sí, pero también, y sobre todas las cosas abandonando la posición paranoide que la llevaba a una sobreatención y a considerar cualquier manifestación del bebé como algo de su exclusivo dominio. 

Es decir, debe renunciar al todo-poder sobre el bebé y debe renunciar a su “derecho a sentirse omnisciente y omnipresente” para el bebé.

Así podríamos decir, una relación simbiótica pasa de ser coyuntural a estructural y de una beneficiosa relación de fuerzas que implicaba la posibilidad de desarrollo para uno compensado con el placer psicológico para el otro a un daño potencial severo para ambos, en todo caso en el que la madre no admite este nuevo duelo (que se suma al duelo de la pérdida eventual del atractivo sexual, de la belleza, etc.) y por el contrario, se comporta como si el bebé continuara en la situación de “inermidad primera” aún después de los primeros signos de desarrollo en pos de una independencia.

La conducta compulsiva de una madre para con su hijo/a a la que reconocemos según la designación “madre sobreprotectora” es uno de los efectos de este duelo no realizado o realizado en apariencia pero conservando un fuerte rechazo en el fuero interno.


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