Psicopolítica.
Reflexión conceptual.
Objeto sexual Vs. Cosificación
Créditos del sitio Pxhere.com |
Escuchamos a diario gente que dice: “lo más atractivo de mí es mi
cerebro”.
Ahora
bien, así como nadie diría:
"Meteme
el parietal en la cisura de silvio",
"sí sí y vos, frotame tu frontal contra la circunvolución de rolando"
ningún
sentido tiene afirmar grotescamente que lo más atractivo de uno es el cerebro.
Primero
y básicamente porque lo atractivo de uno es algo que descubre el otro más allá
de lo que proponga uno y lo que se descubre como atractivo es un encadenamiento
de relieves físicos y psicológicos que van más allá del CPU humano, llamado
cerebro.
Las
miradas tiernas o sensuales, la apariencia, la elección de determinadas
palabras para uno encadenadas al azar para el otro, exquisito halago o muestra
de inteligencia, son relieves tan válidos como la apariencia física, etc.
Que
uno desconozca cuál es su atractivo (o reniegue de éste) o bien, que uno tenga
idealizado cierto aspecto de uno mismo como afluente de atractivo, nada tiene
que ver con la realidad del impacto concreto que produce uno en otra persona
concreta en calidad de atractivo.
Se
dirá: bueh, la frase intenta metaforizar que el atractivo no reside en el
cuerpo si no en el intelecto.
Pues
bien, tengo dos objeciones:
- No es una metáfora apropiada dado que el intelecto no es por sí mismo una entidad autárquica sino que depende de una persona inmersa en un lazo social concreto y en diversos lazos sociales más o menos difusos.
- El cuerpo tampoco es objeto de atractivo sexual por sí solo, aunque pueda suponérselo como independiente de la persona que lo porta. Aún en esos casos intervienen referencias afectivas claras y concretas que se le sustraen a la persona que acusa al cuerpo o a determinada parte del cuerpo como afluente de atractivo.
La
cosificación, cosa detestable por cierto, no pasa por considerar al cuerpo como
objeto sexual y por tanto, capaz de irradiar atractivo, sino propiamente por el
rechazo a que algo del cuerpo y de la personalidad del otro pueda ser un objeto
sexual, y por tanto sea, una cosa como cualquier otra, intercambiable,
manipulable, sujeta a la oferta y a la demanda, o sea, algo más parecido a una
mercancía en términos Marxista que a un objeto sexual.
¿Cuál
es la diferencia?
Mientras
que la persona considerada como objeto sexual es una persona considerada como
destino privilegiado de atención e interés y por tanto, destacada de cualquier
otra persona y completamente ajena a cualquier comparación con alguna otra
persona (mucho menos con una cosa)
La
persona cosificada es una persona reducida a la condición de mercancía, despojada
de cualquier atributo que no sea más o menos intercambiable y sujeto a las
leyes del mercado.
Otra
diferencia fundamental:
La
persona que considera a otra como un "objeto-meta de su interés
sexual" la está integrando a su propio narcisismo, compartiéndole una
parte de los afectos que tenía reservado para sí y para sus fantasías.
La
persona que cosifica a otra está imponiendo una ajenidad respecto de la otra,
un extrañamiento respecto de su propio deseo y de la realidad concreta de que
el otro es un semejante.
Dicho
de otra manera: la cosificación nada tiene de sexual por más que recaiga sobre
un aspecto de lo sexual.
En
general, la cosificación es un repudio de lo sexual, fruto de un miedo
irracional a la sexualidad como modo de relación, básicamente por el horror al
contacto y la empatía, por el espanto a verse afectado por otro, o lo que es lo
mismo decir:
Por el
miedo horroroso a sentirse semejante.
Generalmente
se puede atribuir esto a lo que yo llamo, parafraseando a Freud, la concepción
sádica de la vida cotidiana. Donde todo lo otro me es ajeno, peligroso,
turbador.
O sea, cosificación implica lo siguiente:
Tanto
horror tengo a descubrir que el otro, cuyo atractivo me impacta, es un
semejante, tanto horror tengo a descubrir hay otros que me pueden afectar,
tanto horror tengo a descubrir que hay cosas que se escapan de mi remoto
autocontrol, tanto horror tengo a descubrir que soy y estoy como persona en
algún lado y en relación a otras, que, en el preciso instante de hacer estos
descubrimientos canalizo la angustia que me provocan, en objetivar toda esa
angustia en algún recorte del otro, aislándolo de su entorno y erigiéndolo en
fetiche-representativo y sustitutivo de todo otro posible, para luego someterlo
al mundillo de las leyes del mercado, donde toda cosa es mensurable, comparable
y básicamente intercambiable.
Muy bueno, querido. Me parece que -ahora que gracias a vos me enteré de la cosa- habría que darle más pelota a lo de la concepción sádica. En mi cole teníamos clase de sicología, tres años, pero jamás leímos nada al respecto. Abrazo!
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